La Legitimidad de Nuestro Modelo Económico

Hace ya casi 200 años, Mariano Arosemena y la gente de su generación tuvieron una visión muy clara de cuál sería el futuro de Panamá. Pensaron que, debido a su ubicación geográfica y a su idiosincrasia como país receptor de personas de todas partes del mundo, Panamá debía convertirse en una nación como aquellas que conformaron la Liga Hanseática de Naciones. En esencia, esta era un grupo de ciudades libres germánicas del medioevo que se asociaron con el fin de facilitar las transacciones comerciales en libertad (sin las limitaciones que imponía el mercantilismo monárquico) y con seguridad (protección frente a la piratería y el bandolerismo que reinaba en la época).

Con el tiempo y sufriendo muchas vicisitudes, Panamá ha ido adelantando esta visión de forma constante. Así, Justo Arosemena impulsa el Estado Federal; los próceres de la independencia propician el nacimiento de la República bajo el emblema de “Pro Mundi Beneficio” y se hace posible la construcción del Canal; la generación del 10 impulsa un Código Civil de avanzada en materia de familia; un grupo de pensadores, adelantados a su tiempo, impulsa el registro abierto de naves; Harmodio Arias impulsa una relación de comercio más apropiada con la Zona del Canal (la que había venido a constituirse en un impedimento para lograr el avance de nuestro comercio); otro grupo de prohombres promueve nuestra ley de sociedad anónimas; Enrique Jiménez crea la Zona Libre de Colón; otra generación impulsa la creación del Centro Financiero Internacional; y, la lucha comenzada desde la generación de los 20, culmina con el Tratado Torrijos Carter, dando inicio al control total de los panameños de su destino, por primera vez en su historia.

Es la sumatoria de todos estos esfuerzos generacionales lo que ha propiciado las bases para el desarrollo económico que hemos comenzado a vivir en esta etapa democrática. Poco a poco hemos hecho competitiva nuestra capacidad logística, hemos incrementado nuestro potencial comercial y hemos facilitado el comercio. A través del proceso de perfeccionamiento de nuestra democracia, hemos hecho más atractiva la inversión extranjera y más amigable nuestro país al mundo. Hemos estado poco a poco avanzando en la dirección correcta, a pesar de algunos tropiezos como la falta de un verdadero estado de derecho en el país.

Todo lo anterior debería ser un ejemplo para el mundo, ya que Panamá ha facilitado los negocios internacionales a través de su inventiva y vocación. En cambio, estamos siendo atacados por aquellos que, precisamente, no desean que los negocios se faciliten, sino que se controlen por los grandes poderes. Estamos como lo estuvieron las naciones hanseáticas en su momento. La gran pregunta es si nuestro Gobierno será factor de avance de nuestra visión histórica o se convertirá en un sumiso de los nuevos imperios fácticos.

No creo que esa sea la vocación del Presidente, teniendo el peso de la historia familiar en sus hombros. Por esto, le pido paciencia y prudencia. No se puede aceptar deshacer lo que con mucho esfuerzo varias generaciones han logrado por el simple prurito de aprobar un tratado con Estados Unidos. Hay que medir la consecuencia de estas decisiones.

Por ejemplo, se habla de modificar nuestra ley de sociedades anónimas para eliminar las acciones al portador. Esto sería un gravísimo error con consecuencias económicas no medidas en la economía panameña. Y es que Panamá, a diferencia de otras jurisdicciones, no tiene un sistema off shore distinto del nacional. Nuestra ley es de aplicación para los negocios dentro y fuera del país. Modificar la ley sólo viendo el negocio off shore demuestra miopía y falta de comprensión de nuestra economía.

Antes hay que analizar el impacto que esto tendrá para las medianas empresas, para el manejo de los patrimonios familiares y para el negocio de bienes raíces, entre otros. Hay que también estimar el impacto en el negocio off shore que guarda relación con los latinoamericanos (más desconfiados por su propia experiencia) y hay que medir las posibles complicaciones que el cambio puede traer en la facilidad con la que se llevan los negocios locales.

Sin duda Panamá no puede hacer abstracción del entorno internacional y tenemos que movernos dentro de él, pero debemos hacerlo con la fortaleza moral que nos da el hecho de que actuamos en concordancia con el Derecho Internacional y con la dignidad que hemos demostrado ante esfuerzos mayores, como la recuperación del Canal.

El Derecho Internacional es la única protección con la que cuentan naciones pequeñas como la nuestra. De allí nuestra participación temprana en la liga de naciones y en las Naciones Unidas, en donde Ricardo J. Alfaro jugó un papel preponderante. Lo que nos están tratando de imponer es violatorio de estas normas en materia de comercio internacional (Tratado de Marrakech), por lo que nuestra posición es sólida y debe ser manejada desde esta perspectiva.

Aceptar imposiciones con una actitud sumisa sólo nos asimilará a aquellas jurisdicciones que no son naciones como nosotros y debilitará nuestra posición en el concierto de las demás naciones. Es hora de la dignidad.

Publicado el 29 de abril de 2009 en La Prensa de Panamá

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