DEMOCRACIA SÍ, RATAS NO
por: Carlos Ernesto González Ramírez
Nuestro país, al igual que casi todos
los países de América Latina y muchos otros de otras latitudes, no cuentan con
una verdadera democracia. En realidad, tenemos un sistema autoritario con
elecciones cada cinco años. Estas elecciones, además, están mediatizadas y
organizadas tramposamente. Esta falta de democracia es lo que hace que exista
un divorcio entre el ciudadano y el gobierno el cual no se siente obligado con
este, si no con los intereses de sus propios miembros.
La esencia de una democracia
moderna es el control ciudadano sobre la cosa pública y no al revés. Esto se da
por mecanismos de contrapesos internos (las instituciones de control del
estado) y por contrapesos externos (mecanismos de participación directa y
control ciudadano, como elecciones frecuentes, separadas por áreas,
revocatorias de mandato, iniciativas legislativas ciudadanas, etc.). En Panamá
sólo tenemos el voto cada cinco años y mediatizado. Las instituciones de
control están cooptadas por el ejecutivo o el legislativo y no funcionan.
El sistema electoral tramposo, además,
tiene varios niveles. El más grave es el de la trampa en la elección de
diputados. Estos, por un lado, son electos en circuitos plurinominales, los
cuales según la constitución debieran ser electos proporcionalmente. Sin embargo,
los que hacen las leyes las han cambiado para que el sistema permita que un
partido con voto minoritario controle la Asamblea. Así, mediante un sistema
tramposo tenemos un poco de diputados electos por residuos que resultan del conteo
varias veces del mismo voto.
Esta ley, obviamente
inconstitucional, fue declarada constitucional por la Corte Suprema de Justicia,
gracias al pacto de protección cruzada con la que se maneja nuestro sistema
constitucional.
Por otro lado, están los
circuitos uninominales, verdaderas satrapías clientelares, en donde los diputados
salen con minorías de voto, gracias al uso de los fondos públicos para mantener
una clientela que les garantiza una votación que les asegura su reelección de
manera constante. Son caciques que explotan la pobreza de su electorado.
Ambos sistemas son herencia de la
reforma constitucional de 1983, en donde el consenso de elegir diputados
provinciales y nacionales fue roto por los militares, PRD y Partido Panameñista
en detrimento de la democracia para beneficiar a los partidos grandes.
Luego, tenemos un sistema de elección
presidencial, amarrado a una elección de todos los puestos de elección
nacionales y locales, lo que permite que se organicen mafias políticas
electorales cuyo principal objeto es la unión para asaltar la cosa pública cual
piñata de cumpleaños, en detrimento del país y de su futuro.
Aparte de este voto mediatizado,
los ciudadanos no tenemos ningún otro mecanismo para controlar a los políticos,
por lo que acabamos más bien controlados por ellos, toda vez que a lo único que
representan es a sus intereses. No podemos revocarle el mandato a ninguno de
los que ejercen en el poder central. Y, la revocatoria para los alcaldes y representantes,
cuenta con el Tribunal Electoral para su protección, convirtiéndose este en un
protector del estatus quo en contra del ejercicio democrático ciudadano.
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