De la democracia tutelada a la pérdida de la democracia
Panamá realmente nunca ha tenido
un sistema democrático. Sí, tenemos elecciones y cambiamos de mafias políticas
cada cinco años con el voto, pero realmente no hemos tenido democracia. Para
tener democracia se requieren ciertos elementos fundamentales que van mucho más
allá de un voto cada cinco años. Se requiere, sobre todas las cosas, el control
ciudadanos de la cosa pública, un sistema de absoluto respeto a la dignidad
humana y un Estado de Derecho fuerte, creíble y que esté fundamentado en
asegurar las dos primeras necesidades.
El control ciudadano se logra con
las elecciones, en parte. Pero las elecciones requieren, para que sean
verdaderas, que no exista clientelismo, que no se utilicen fórmulas para
escamotear la voluntad popular, que el sistema electoral no tienda al secuestro
del voto mediante la competencia más amplia posible, que se separe el ejercicio
del voto por elección y no toda en un solo ejercicio, que exista la revocatoria
de mandato funcional y que la transparencia sea la regla en todo el ejercicio
electoral.
Pero el control ciudadano también
requiere de mecanismos de participación ciudadana efectivos. Cosas como control
y medición de los programas de gobierno a través de mecanismos independientes,
tales como la veeduría ciudadana que generen confianza a los ciudadanos. Transparencia
del presupuesto y su ejecución, mediante mecanismos tecnológicos que permitan
el acceso a la información. Descentralizar la administración pública de manera
profunda (Autonomías provinciales y comarcales). Incluyendo niveles
provinciales y municipales, para que los servicios públicos sean controlados
desde la comunidad.
En cuanto al respeto a la
dignidad humana, sin un sistema político que tenga esto como centro de su
función, los ciudadanos dejamos de ser ciudadanos para ser súbditos de los
políticos. Y eso es lo que somos hoy. La falta de respeto a la dignidad humana
se demuestra con los privilegios de los funcionarios públicos, pero también con
los privilegios del Estado en detrimento del ciudadano. En Panamá la vida de un
ciudadano es secundaria, tal como lo ha demostrado los casos del dietilenglicol y de las sobre radiaciones. Pero también por los abusos policiales que
resultan en muertes o violaciones a derechos fundamentales, usualmente llamados
por los estamentos de seguridad como “confusos”.
Los operadores de justicia y los
administradores públicos tienen que entender que toda su actuación se centra en
el beneficio del ciudadano. No de sus canonjías ni de sus instituciones. El
ciudadano es el centro y los derechos humanos su escudo protector que hay que
defender a capa y espada.
Finalmente, el Estado de Derecho
sólo existe en un país en el que la razón de ser de la administración de
justicia sea, antes que cualquier otra consideración, la protección de los
derechos del ciudadano. Para que esto sea posible, sólo puede darse con
independencia judicial y con educación. En el momento que la justicia gire en
torno a lo antes indicado, demostrará independencia y se liberará del yugo de
ser una cadena de transmisión del poder. De allí, hacer cumplir el derecho en
términos generales, se convierte en un ejercicio natural.
Actualmente lo que tenemos es una
justicia ad hoc, que se da en función de quién está frente al juzgador y no en
base a la ley, solo es posible por la falta de transparencia y de
responsabilidad personal de los jueces y magistrados. La justicia tiene que ser
lo más transparente posible, sin subterfugios, con consecuencias para el juez
con fallos zigzagueantes y sin fundamentos o que no analiza todos los
argumentos vertidos frente a él.
Todo lo anterior es posible si
los que realmente deseamos un Panamá justo, moderno y desarrollado, donde todos
nos sintamos como ciudadanos, nos unimos e impulsamos los cambios que son
necesarios. Eso implica superar desconfianzas y diferencias para lograr un
objetivo común.
Les pregunto ¿cómo logramos esto?
Ya en el pasado lo hemos hecho, en varias ocasiones, pero en este siglo XXI
parece que nuestra psiquis cambió y nuestra voluntad se doblegó. Habrá que
despertar conciencias y generar confianza con el desprendimiento, con la
búsqueda del bien común y no de la gloria personal. Sólo los dispuestos a este sacrificio
pueden sacarnos del hoy en el que hemos caído.
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