El empleo y la iniciativa privada

En todas las encuestas de opinión pública es reiterativo: los panameños consideramos que el principal problema del país radica en la falta de empleos. Esta reiteración sugiere, entre otras cosas, que los panameños que trabajan sienten inseguridad de mantener dichos empleos; que aquellos que no trabajan o están próximos a entrar al mercado laboral, no ven un futuro cierto para su progreso; y, en general, hay una falta de esperanza en el futuro.
Parte del problema, en lo que se refiere a esta percepción, radica en que no nos fijamos en la generación de empleos, sino en la falta de estos. Además, a los panameños, debido a la situación de necesidad económica en que vive la mayoría, no les importa la calidad del empleo, con tal de llevar el pan a la casa.
Pero lo cierto es que el único empleo de calidad lo genera la empresa privada formal. Es más, ya a través de distintos medios, los políticos de todas las tendencias (serias) han señalado con claridad que el problema del desempleo solo puede ser solucionado a través de la empresa privada.
Evidentemente, entonces, es necesario que crezca el número y el tamaño de las empresas para solucionar este problema fundamental de nuestra sociedad. Pero ¿cómo logramos esto? Este artículo pretende poner en el debate nacional algunas ideas para lograr el crecimiento del empleo formal a través de la creación y crecimiento de las empresas privadas. Comenzaremos la discusión con lo que considero obvio:
1. En una economía capitalista como en la que vivimos, la empresa privada es el núcleo de dicha economía. Para lograr más empleos en el capitalismo, debemos adoptar siempre los mecanismos de políticas públicas que menos afecten la creación y crecimiento de empresas privadas.
2. Basado en la premisa anterior, es necesario revisar todas las medidas de políticas públicas que dificultan el establecimiento de una empresa. Hay que comenzar por eliminar todos los permisos previos innecesarios o cuya razón de ser permita un sistema posterior de supervisión. Estos permisos son especialmente malignos en lo que se refiere a las pequeñas empresas.
3. Es necesario medir el impacto de los costos, impuestos por ley, para la generación de empleos por parte de la pequeña empresa. En este sentido, es necesario revisar el impacto que tienen las reglas del Código de Trabajo, el salario mínimo y el seguro social para las empresas de menos de 10 empleados y con facturación menor a los 250 mil dólares anuales. Es decir, ver si una empresa con estas características es viable, en la formalidad, con esas reglas del juego.
4. Hay que revisar cuál es el impacto de los distintos impuestos, tanto nacionales como municipales, en ese tipo de empresas.
5. Debemos analizar si ciertas actividades altamente reguladas realmente requieren de ese nivel de requisitos y vigilancia, y cómo podemos hacer para que lo que es necesario no se convierta en un impedimento de concurrencia al mercado de nuevas empresas. Este es el caso de los bancos y demás empresas financieras.
6. Hay que hacer un inventario del impacto de la corrupción producto de los permisos. Este es el caso de las escandalosas “donaciones” que exigen juntas comunales y otras instancias municipales para logra el visto bueno para licencias de licores y otras. Este, tal vez, sea el caso más público y notorio de corrupción y frente al cual el Ministerio Público se ha hecho siempre de la vista gorda.
7. Debemos educar a nuestros estudiantes en el valor de la iniciativa privada como fórmula para el desarrollo económico personal. El tema de iniciar un pequeño negocio, basado en ideas propias e innovadoras, debe ser parte del currículo estudiantil del último año de secundaria. Otro tanto debe darse a nivel universitario.
8. Debemos educar a la población para que sepa que en la economía capitalista, el riesgo del capital es indispensable para que funcione. Así, debemos comprender que las empresas, en su gran mayoría, fracasan y que ese fracaso no se da por corrupción o malos manejos, sino por el riesgo adoptado.
9. Es importante entender, tanto en el sistema laboral como en el educativo, que todos los que participan en una empresa, tanto accionistas como empleados, corren el riesgo del fracaso. No es económicamente lógico pretender que una empresa quebrada afronte deudas laborales, diferentemente de lo que se hace con las deudas normales.
10. El entorno regulatorio de las empresas tiene que ser flexible. La empresa tiene que poder ajustar sus costos a las reducciones de ingresos, y viceversa, sin verse amarrada a situaciones divorciadas de su realidad económica.
11. Hay que revisar el Código de Trabajo para permitir excepciones a la unidad económica, de forma tal que las empresas existentes puedan tomar riesgos (invertir) adicionales, separados de su actividad actual. Pienso en el caso de empresas que abren distintos establecimientos y que el resultado de uno impacta en los demás, lo cual hace que el riesgo se tome solo ante situaciones muy favorables, deteniendo el desarrollo de nuevos empleos.
En resumen, es necesario que los panameños superemos el atavismo que tenemos con relación a lo que entendemos que es una empresa privada y lo que es ser empresario. Solo superando ese atavismo podremos transformar nuestra economía, de una que genera empleos precarios, en otra que genera empleos formales. En la actualidad, este atavismo hace que solo cerca del 40% de la población económicamente activa tenga un empleo formal en la empresa privada.

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