LA QUIMICA NACIONALISTA

Mediante el proyecto de Ley No. 85, la Asamblea Legislativa aprobó, sujeto a sanción de la Presidenta de la República, una ley que nacionaliza el ejercicio de la profesión de químico. Esta ley viene a sumarse a una serie de leyes similares que imponen la nacionalidad como condidción para ejercer una profesión. Esto es errado, le hace daño a la economía nacional, viola los derechos humanos, viola la Constitución Nacional y atrasa el desarrollo intelectual de estas actividades. Veamos porqué.

Es errado poner como condición para el ejercicio de una profesión el que se tenga una nacionalidad determinada porque impide la importación de talento y el desarrollo de estas disciplinas para beneficio de todos los panameños y de los consumidores de estas profesiones. Es evidente que en muchas de estas actividades Panamá no es la cuna del conocimiento de las mismas. Es más, la mayor parte de nuestro conocimiento proviene del conocimiento universal y requiere del saber de otras latitudes para desarrollarse.

Le hace daño a la economía nacional porque impide la inversión en áreas claves para el desarrollo nacional. Para demostrarlo me voy a servir de tres ejemplos. Primero, los químicos. Panamá pretende atraer inversión en el área farmacéutica para así desarrollar el potencial que nuestra biodiversidad nos brinda. Las empresas que invierten en esta tecnología lo hacen con sus propios equipos de técnicos, en quienes confían. Obligarlos por ley y no por su capacidad, a utilizar químicos panameños, lo único que va a lograr es que se vayan a Costa Rica.

Otro ejemplo, la venta al por menor. Esta fue nacionalizada cuando Panamá era el centro de compras de América Latina, con el objetivo de eliminar la venta al por menor de los chinos. Sesenta años más tarde los chinos siguen dominando la venta al por menor, pero Panamá dejó de ser el centro de compras que era, para beneficio de Miami. Le decimos al mundo que no queremos inversión extranjera como Burdines u otros establecimientos similares, porque no queremos que los chinos tengan abarroterías ¡brillante!.

El tercer ejemplo es el de los médicos. Panamá era el centro médico de América Latinal Nuestros hermanos de la región venían a Panamá a recibir cuidados médicos. Panamá contaba con la tecnología más avanzada y toda una industria turística se desarrollo al rededor de esta actividad. Pero, la medicina tenía que ser nacionalizada. El resultado, surgió Houston y perdió Panamá. Pocos vienen hoy a nuestro país a recibir tratamiento médico.

Estas leyes violan los derechos humanos al confundir políticas de inmigración con políticas laborales. En efecto, Panamá no puede impedir el ejercicio de su profesión, por otra razón que no sea una de carácter técnico, a los extranjeros que viven legalmente con nosotros, porque al hacerlo le violamos sus derechos humanos. Panamá no puede discriminar en contra de alguien en sus derechos fundamentales por el simple hecho de no haber nacido aquí. Si le permitimos legalmente vivir con nosotros, entonces debemos otorgarle todos los derechos fundamentales de la persona humana, como lo es el derecho al trabajo en aquéllo que tenga más capacidad.

La mayoría de estas leyes violan la Constitución Nacional al establecer discriminación en derechos de los extranjeros legalmente residentes en Panamá, porque la constitución establece claramente cuales son las causales para que se apliquen las leyes de manera discriminatoria, y ninguna de estas causales son justificables con estas leyes, especialmente en el caso de las leyes de los químicos.

Por último, atrasa el desarrollo intelectual del país porque no permite la importación de talento. Si mañana queremos traer a Panamá un premio nobel de química, o si por la belleza de nuestro país, uno de estos señores decide venir a compartir su vida con nosotros, no le estaría permitido ejercer su profesión y tampoco podría ser profesor titular en la Universidad de Panamá, porque otra ley nacionalista se lo prohibe. Esto es absurdo y de haberse seguido este criterio, muchas de las Facultades y muchos de los profesionales panameños que desarrollaron universidades y otras facultades en la Universidad de Panamá, nunca hubiesen existido.

Los que impulsan esta ley y otras similares deben de entender que el país no puede aislarse, que al contrario, debe abrirse a la competencia y a las capacidades de todos los profesionales del mundo que quieran aportar sus conocimientos para beneficio nuestro, de nuestra cultura, de nuestra economía y de nuestras futuras generaciones. Para nuestro propio beneficio es fundamental reconocer que lo más importante en una profesión es el conocimiento y no la nacionalidad.

Por todo lo anterior, la Sra. Presidenta debe vetar esta Ley.

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