LOS DESTRUCTORES DEL AMBIENTE Y EL DESARROLLO

Hay personas que se oponen a la construcción de hidroeléctricas en Panamá. Alegan oponerse por la protección al medio ambiente o sostienen que el uso del agua por las hidroeléctricas destruye su calidad y limita su uso. Los hay, también, que se oponen alegando destrucción del nacimiento de los ríos, o por el impacto en las poblaciones adyacentes.

Yo me atrevo a asegurarles a estas personas que se equivocan. No es cierto que las hidroeléctricas sean inversiones destructoras de la naturaleza (si se llevan a cabo en apego a las normas vigentes para la protección del medio ambiente). Tampoco destruyen el acceso y la calidad del agua de los ciudadanos. Y no afectan los ecosistemas de forma negativa.

El impacto que estas inversiones tienen es perfectamente mitigable en términos ecológicos. En términos humanos, en aquellos casos en donde hay afectados por los embalses, es indispensable que estas personas sean debidamente compensadas, porque asumen un sacrificio para beneficio de todos los demás panameños.

Estas afirmaciones no las hago como técnico ni experto. Me baso en la experiencia que tenemos todos los panameños de convivir con una obra de infraestructura entre las más grandes del mundo y de ver que, a lo largo de casi 100 años, su construcción ha significado una bendición para los ecosistemas que le son circundantes. Claro, me refiero al Canal de Panamá.

Cuando se construyó el Canal, se removieron 204.9 millones de metros cúbicos de tierra y piedras, murieron alrededor de 25,000 personas (según cálculos de Gorgas) y se construyó un lago artificial de 423 Km2. Por si fuera esto poco, se desplazaron cuarenta y tres sitios poblados, entre los que se encontraban: Gatún, con 8,887 habitantes; Emperador, con 7,152 personas; Gorgona (mudado completamente al lugar en donde está ubicado hoy), con 3,444; y así, una larga lista de poblaciones que quedaron ya sea inundadas o movilizadas por decisión del Gobierno de Estados Unidos. Es decir, se causó un impacto impresionante en el medio ambiente y en términos humanos. Si comparamos las cifras de desplazados con la población total del país en la época, nos daremos cuenta que fue de una magnitud inimaginable hoy en día.

Estos datos demuestran el absurdo de la oposición de algunos grupos organizados, a la construcción y desarrollo de hidroeléctricas. Bajo los criterios que ellos utilizan para oponerse a las mismas, el canal no se hubiese construido. Sin embargo, hoy podemos ver que esa obra también ha servido para preservar ecosistemas. Ha servido para proteger el agua, porque sin ella no funcionaría el Canal (al igual que las hidroeléctricas) y ha mejorado la calidad de vida de los panameños en su conjunto.

Si el canal no se hubiese construido, probablemente hoy en día gran parte del área inundada serían pueblos y áreas de cultivo extensivo. Sin duda, gran parte de la biodiversidad que allí vemos habría desaparecido y, tal vez, la ciudad de Panamá tendría dificultades en el suministro de agua potable. Es más, es muy posible que las fuentes de agua estuvieran todas contaminadas.

A lo anterior habría que sumarle el impacto económico negativo de la no construcción del canal. Seríamos un país pobre, con infraestructura pobre y sin las opciones que tenemos hoy en día. Esta realidad es similar a lo que significaría, guardadas las proporciones, que detuviéramos la construcción de hidroeléctricas: un tope energético que implicaría un tope de crecimiento económico.

Peor aún, desde el punto de vista de aquellos conservacionistas que se oponen a cualquier tipo de inversión (los cuales, es preciso destacar, no son todos los conservacionistas), su propósito se desvirtuaría, ya que todos los otros tipos de generación de energía son más contaminantes. Generarían más contaminación o afectarían más la vegetación (leña, como en Haití) o destruiría más medio ambiente.

Podemos añadir a lo dicho, el incremento desmesurado del costo energético, la escasez del mismo y lo negativo que representa, para el desarrollo económico en su conjunto, la falta de certeza del suministro energético. Sólo pregúntenle a un Nica o a un californiano lo que significó o significa vivir con apagones diarios. Cuántos trabajos se perdieron y cuánto ha caído la productividad del ciudadano en conjunto.

Es innegable que Panamá es uno de los países más privilegiados del mundo en biodiversidad y riqueza natural. Esta biodiversidad debemos conservarla. Pero esta conservación no puede darse sin tomar en cuenta el desarrollo humano, el cual requiere de inversión de capital, de mecanismos que incrementen nuestra productividad y de infraestructura. Por tanto, el secreto está en mantener nuestro desarrollo a la vez que conservamos nuestra biodiversidad. Es, simplemente, el desarrollo sostenible.

La inversión en generación hidroeléctrica, por empresas serias y responsables, es uno de los mejores ejemplos de desarrollo sostenible. Es generación de energía limpia y seguridad de conservación y progreso para la población. El que diga otra cosa, hay que mandarlo a que conozca el Canal de Panamá.

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