GINI o igualdad mal entendida

A Panamá, en materia económica, le va bien. Solo requerimos detener algunos excesos y despilfarro del gasto público, aumentar la oferta de bienes y servicios para combatir la inflación, y enfocar y medir mejor la inversión pública en temas como la educación y la salud. Sin embargo, siempre que se habla de lo bien que va el país en materia económica, se matiza señalando que este crecimiento no beneficia a las mayorías, debido a la desigualdad económica que existe entre los que más ganan y los que menos. Esta afirmación me deja perplejo porque la igualdad económica de la población no es un objetivo racional. Me explico. Un país en donde todos son pobres, es un país con igualdad económica. El objetivo de la igualdad económica no implica una mejoría de la población y pretende, implícitamente, una desmejora de los que están mejor en una sociedad. Eso, en mi opinión, es completamente absurdo e irracional. Ejemplo de esto es que, según las Naciones Unidas, China tiene un mejor coeficiente Gini que los Estados Unidos, sin embargo el pobre de los Estados Unidos vive mucho mejor que el pobre de China. Igualmente, el país con mejor nivel de igualdad en Latino América es Cuba: casi todos son pobres. En Panamá, el crecimiento económico prolongado ha permitido que, por primera vez en la historia económica registrada, la población en pobreza se haya reducido de más de 40% en 1990, a 25.8% en la actualidad. En una población en crecimiento, esta reducción porcentual no es nada despreciable. Si de la cifra anterior descontamos a la población indígena (que se ha mantenido en los mismos niveles de pobreza a través de todo este tiempo), la pobreza no indígena se ha reducido más marcadamente. Es decir, aquellos que están dentro de la economía de mercado han pasado de aproximadamente 30% de la población en niveles de pobreza, a 16%. En otras palabras, podremos tener diferencias abismales entre los que más tienen y los que menos tienen, pero los que menos tienen han venido mejorando su situación de una forma importante. Claro está, aún falta mucho por hacer, como explicaré más abajo, pero denigrar o matizar el logro alcanzado es un error que no afecta a este gobierno, sino a todo el país, porque no son las políticas de un gobierno las que nos han puesto en este lugar, sino la de todos los gobiernos (en mayor o menor grado) después de la dictadura militar. El tema de la igualdad tiene dos corrientes, una basada en la libertad y la otra en la opresión. La basada en la libertad pretende algo de fundamental justicia: que producto de las políticas públicas, las personas tengan la mayor igualdad de oportunidades posibles. Es decir, que no sea la cuna la que marque las posibilidades de progreso, sino el propio esfuerzo. La otra, la que promueve las Naciones Unidas y los que defienden mediciones como el índice Gini, es la de la opresión. La de darle a los políticos la posibilidad de quitarle al que tiene para darle al que no tiene, una especie de ángeles cuyo interés personal no existe. Cuando los países adoptan políticas para la igualdad económica solo resultan en menor inversión y menor crecimiento económico, porque no vale la pena arriesgar los ahorros en lugares en donde te lo van a quitar si tienes éxito. Sin crecimiento económico, no hay progreso humano. Enfocarse en la igualdad de oportunidades, implica crecimiento humano de la mejor clase, porque libera el potencial humano de la población de un país. Porque es el esfuerzo de cada uno de nosotros lo que trae el progreso y no la bondad de los políticos. Es importante resaltar, sin embargo, que no podemos afirmar aún que lo determinante en la vida de una persona no es su cuna. Esto obedece a varios factores, entre los que yo destaco dos: la educación y la diversidad empresarial. La educación pública en Panamá deja mucho que desear (aquí se educa la mayoría de la población). Para mí la razón de esto es clara: si el nivel educativo viene dado por un sistema dirigido por nuestra clase política, la mejoría educativa viene de último en la lista de prioridades. Para mejorarla hay que introducir competencia entre los suplidores de este servicio, permitiendo a los padres escoger en donde educar a sus hijos, ligando el presupuesto de la escuela a la demanda estudiantil. En lo que se refiere a la diversidad empresarial, sí estamos avanzando. Con la llegada de sedes de empresas multinacionales al país, estamos viendo un cambio en el entramado empresarial. Este cambio implica una opción a las empresas familiares, en donde la conexión es lo que cuenta, hacia una empresa profesional que lo que busca es talento (esta realidad está cambiando también a las tradicionales empresas familiares, porque la competencia los ha empujado a eso). Esta realidad me entusiasma, porque pienso que en pocos años las oportunidades se dispararán para cualquiera con las competencias apropiadas. Me desencanta, sin embargo, la falta de un camino educativo claro para las grandes mayorías del país. Esa es la tarea urgente para generar igualdad de oportunidades.

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